Esta finca cafetera ubicada en Anolaima, Cundinamarca, es un destino encantador que ofrece mucho más que un simple paseo.
A solo dos horas de Bogotá y a tres kilómetros del centro de Anolaima, Villa de las Marías invita a los visitantes a desconectarse del bullicio de la ciudad y a sumergirse en un mundo donde el café es protagonista. No es que el café aquí provoque insomnio, sino que despierta los sentidos y la imaginación, haciendo soñar despierto con cada sorbo.
El recorrido por la finca permite conocer de cerca todo el proceso que hay detrás de cada taza de café. Desde el cultivo cuidadoso de los granos en las montañas de Cundinamarca hasta la recolección manual, el secado y la selección, cada etapa se vive con respeto y pasión por la tradición. Los visitantes pueden apreciar el arduo trabajo de los caficultores, quienes han heredado técnicas ancestrales que garantizan la calidad y el sabor único del café de Villa de las Marías.
La experiencia se enriquece con la participación en la Ruta del Café, un recorrido turístico y cultural que conecta a los viajeros con la esencia misma del café colombiano. Esta ruta muestra el proceso productivo y, además, invita a entender cómo el café se ha convertido en un elemento esencial de la identidad local y en un motor económico para las comunidades. La hospitalidad de sus habitantes y la belleza natural del entorno hacen de esta ruta una experiencia completa y auténtica.
Al final del recorrido llega el momento más esperado: la cata del café. Allí, los visitantes pueden degustar un café excepcional, cuyas notas y aromas reflejan el cuidado y la dedicación puestos en cada grano. Esta cata no solo deleita el paladar, sino que también conecta emocionalmente a quienes la disfrutan con la tierra, la cultura y las personas que hacen posible este producto tan especial.
En definitiva, la finca cafetera Villa de las Marías es un espacio donde la naturaleza, la cultura y la tradición se encuentran para ofrecer una experiencia inolvidable. Para quienes aman el café y desean conocer su historia más allá de la taza, este destino en Anolaima es una invitación a soñar despiertos y a descubrir el alma de un café que es mucho más que una bebida: es una forma de vida.