Albert Ramdin, canciller de Surinam, fue elegido en Washington como nuevo secretario general de la OEA, sucediendo a Luis Almagro en mayo de 2025. Con apoyo de países caribeños y gobiernos progresistas, promete diálogo con Maduro y una política más inclusiva.
Durante su extensa carrera diplomática, Ramdin ha acumulado más de 25 años de experiencia en negociación internacional y formulación de políticas públicas, lo que lo posiciona como un candidato sólido para dirigir la OEA. Anteriormente, se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores de Surinam y representante permanente ante la organización, roles que le permitieron desarrollar estrategias de diálogo y consenso. Su trayectoria le ha valido el respaldo de diversas naciones que buscan un cambio de rumbo en la política interamericana.
En su presentación oficial, el diplomático surinamés enfatizó la necesidad de establecer un diálogo directo con el Gobierno de Maduro para resolver la crisis en Venezuela, a la que considera que solo se puede enfrentar mediante negociaciones. Además, Ramdin se distanció de posturas unilaterales y medidas coercitivas, proponiendo en cambio un enfoque basado en la inclusión y el consenso. Su postura ha generado expectativas de un cambio en la orientación de la OEA, que hasta ahora se había alineado con posturas unilaterales.
El nuevo secretario general también destacó la importancia de que todos los países, sin importar su tamaño, tengan la misma oportunidad de influir en las decisiones de la organización. Con este enfoque, busca replantear el papel de la OEA en un mundo cada vez más multipolar, en el que el comercio, la inversión y las conexiones diplomáticas son esenciales. Su candidatura fue impulsada principalmente por gobiernos caribeños y progresistas, quienes ven en su liderazgo una herramienta para fortalecer la integración regional y promover el desarrollo sostenible.
La elección de Albert Ramdin marca un hito histórico, pues es el primer caribeño en ocupar el cargo, lo que podría representar un viraje en la política de la organización hacia enfoques más inclusivos y pluralistas. Su mandato, que se extenderá hasta 2030, se perfila como un período de grandes desafíos, en el que deberá afrontar crisis migratorias, tensiones geopolíticas y la creciente influencia de potencias emergentes. La comunidad internacional observa con interés esta transición, esperando que su gestión fomente un mayor diálogo y cooperación en el hemisferio.