A tan solo unos pasos del pueblo de Guatavita, Cundinamarca, estos dos glampings ofrecen una experiencia única entre montañas, neblina matutina y la inmensidad del embalse del Tominé.
A 75 kilómetros de Bogotá, en el corazón de Cundinamarca, se levanta una experiencia que mezcla naturaleza, historia y descanso con estilo. Justo al frente del casco urbano de Guatavita, Experiencia Guatavita lleva a conocer los glampings que reciben a los viajeros con vistas privilegiadas: de día, el azul brillante del embalse; de noche, el silencio del páramo acompañado de un cielo estrellado y temperaturas que pueden descender hasta los 2 °C.
Quienes llegan hasta este lugar pueden caminar durante diez minutos desde el pueblo o recorrer cinco minutos en vehículo para encontrarse con un paisaje que parece sacado de una postal: colinas verdes, aire puro y una panorámica completa del embalse, donde se realizan actividades náuticas.
El clima es cambiante y exige preparación. Mientras el sol puede elevar la temperatura a unos 25 °C durante el día, las madrugadas obligan a abrigarse bien.
Guatavita no es solo un destino turístico, es un territorio con historia ancestral. El municipio, reconstruido en la década de 1960 y conocido hoy como Guatavita la Nueva, es herencia de la cultura muisca. Desde aquí se puede visitar la Laguna de Guatavita, vinculada a la leyenda de El Dorado, donde se afirma que los antiguos caciques se cubrían de oro para rendir tributo a los dioses.
Además de la laguna, el embalse del Tominé es otro punto destacado. Su presencia permite disfrutar de actividades acuáticas que contrastan con la serenidad del entorno. Para quienes deseen profundizar en la historia indígena, el Parque Arqueológico de Guatavita conserva elementos y réplicas del legado muisca, como el “chunza”, una antigua casa ceremonial.