Corazón verde de Colombia, es mucho más que un territorio andino, es un santuario vivo para más de 800 especies de aves que habitan sus valles, montañas, páramos, bosques y ríos.
Este departamento invita a los viajeros a dejarse sorprender por la sinfonía de cantos, colores y vuelos que llenan su cielo. Cada municipio guarda su propia maravilla alada, esperando ser descubierta.
En La Calera, a pocos minutos de Bogotá, el bosque nublado resguarda especies como el colibrí coruscante y el atrapamoscas pechirrojo, haciendo de este lugar una parada obligatoria para los observadores que comienzan su ruta. Muy cerca, Tabio y Tenjo ofrecen senderos rodeados de naturaleza andina, hogar de la tangara real y el carpintero real.
Al norte del departamento, Suesca y Sesquilé, con sus lagunas escondidas y páramos místicos, invitan al avistamiento del pato andino, el cucarachero y distintas especies de garzas que se reflejan sobre las tranquilas aguas. En el Embalse del Neusa, en Cogua, el zambullidor andino y el ibis de cara roja encuentran refugio, creando una experiencia inolvidable para fotógrafos de naturaleza.
Hacia el suroriente, Ubalá, joya escondida entre montañas, se posiciona como uno de los destinos emergentes en turismo de naturaleza. Sus bosques y quebradas son hábitat del tucancillo esmeralda, el carpinterito punteado y colibríes como la brillante corona violeta, una delicia para los más apasionados por la ornitología.
El majestuoso Páramo de Sumapaz, el más grande del mundo, se eleva como un altar natural donde habita el colibrí chivito de páramo y otras especies endémicas que también pueden verse en este ecosistema sagrado. Por su parte, los municipios de Tena, La Vega y San Francisco, ubicados en zonas de transición al trópico húmedo, ofrecen senderos entre cascadas y árboles gigantes, donde revolotean la tangara multicolor y el tucán esmeralda.
Cada municipio de Cundinamarca es una puerta abierta a un universo de alas y cantos.