Este municipio cundinamarqués, ubicado a solo dos horas de Bogotá, revela en la provincia de Almeidas un destino lleno de magia, donde el frío abraza, la historia se respira y la naturaleza invita a quedarse.
Reconocida como “ciudad satélite de Colombia” por la estación terrena de Chocontá, esta población conserva una fuerte identidad campesina que se refleja en su gastronomía, en sus fiestas y en el calor humano de su gente.
“La apuesta por el turismo en Chocontá no es solo mostrar nuestros paisajes y nuestra historia, sino también fortalecer la identidad cultural de nuestras comunidades. Queremos que cada visitante sienta que aquí hay algo auténtico, algo que no se encuentra en los destinos tradicionales”, afirma Yeny Marlen Lizarazo Prieto, secretaria de Cultura y Turismo del municipio.
La mañana comienza temprano en Bogotá. El café aún humea cuando decidimos emprender rumbo al noreste por la vía que conduce a Tunja. Tras cerca de dos horas de curvas suaves y paisajes cada vez más verdes, llegamos a nuestro destino: Chocontá, un municipio enclavado en la cordillera oriental, a 2.550 metros sobre el nivel del mar, donde el frío no incomoda, sino que acaricia.
Chocontá no es un destino turístico masivo, y eso es precisamente lo que lo hace especial. Fundado el 9 de diciembre de 1537 por Gonzalo Jiménez de Quesada, este lugar esconde secretos que se remontan a tiempos prehispánicos, cuando los muiscas lo habitaban y lo llamaban “el valle de los aliados”. Hoy, sigue siendo un punto de encuentro, pero esta vez para quienes buscan tranquilidad, aventura y conexión con lo auténtico.
Aquí, el paisaje no necesita filtros: valles verdes, montañas que se pierden entre la neblina y caminos que invitan a explorar. Uno de esos senderos conduce a OBISARTCHOCONTÁ, un espacio artístico y cultural ubicado a solo cinco minutos del casco urbano, entrando por las antenas de Hato Fiero. Este lugar es perfecto para quienes desean una experiencia diferente, entre naturaleza, arte y reflexión. Allí se puede disfrutar de actividades al aire libre, talleres, exposiciones y un ambiente que mezcla lo ancestral con lo contemporáneo.
Pero todo viajero necesita una pausa. En el kilómetro 58 de la vía Bogotá–Tunja encontramos un clásico infaltable: el Parador Restaurante Guadalupe. Abierto las 24 horas, los 365 días del año, este lugar se ha ganado el corazón —y el estómago— de quienes pasan por la región. Con atención cálida, platos tradicionales y ese sazón que solo se encuentra en la comida hecha con cariño, es ideal para un desayuno campesino, un almuerzo en familia o simplemente un café antes de seguir el camino.