Las investigaciones por la desaparición de ambos jóvenes permanecen abiertas, pero sin hallazgos relevantes. Sus familias reclaman mayor atención institucional y avances reales.
La historia de Sergio Andrés Suárez Vargas comenzó el 21 de junio de 2022, cuando emprendió un viaje desde Bogotá hacia Medellín para asistir a un partido de fútbol. Tras una discusión con sus amigos, decidió regresar solo a la capital. Horas después, su carro fue hallado chocado en la vía Puerto Salgar–Guaduas, cerca de Caparrapí. En el vehículo estaban sus documentos, su celular y sus pertenencias, pero no había rastro de él.
A pesar de los operativos iniciales, las autoridades no lograron encontrar pistas que permitieran esclarecer su desaparición. Con el paso de los meses, el caso perdió visibilidad y la búsqueda se fue apagando. Lo que comenzó como una investigación prioritaria terminó convertido en un expediente sin avances, marcado por el silencio institucional y el cansancio de sus familiares.
Tres años después, una historia similar estremeció al departamento. El 27 de mayo de 2025, Mauricio Pineda y su pareja, María Paula Martínez, llegaron a Nimaima para practicar ciclismo de montaña. Era un plan habitual entre deportistas que recorren los senderos de Tobia, pero ese día el recorrido terminó en tragedia: María Paula fue hallada sin vida en el río Negro, mientras que Mauricio desapareció sin dejar rastro.
Durante varios días, organismos de socorro buscaron en las zonas de Nimaima, Útica y sus alrededores, sin resultados. Con el paso de las semanas, la cobertura mediática disminuyó y los contactos con las familias se hicieron cada vez más difíciles. Hasta el momento, las autoridades no han reportado avances significativos en la investigación.
Ambos casos tienen coincidencias inquietantes: ocurrieron en zonas de paso muy transitadas, a poca distancia una de otra, y bajo circunstancias aún sin esclarecer. La falta de información oficial mantiene viva la incertidumbre y deja a las familias enfrentando solas el peso de no saber qué pasó.
Desde este medio se insiste en la importancia de no permitir que estas desapariciones queden en el olvido. Cualquier información, por pequeña que sea, puede ser clave para encontrar la verdad. En Cundinamarca, dos familias siguen esperando justicia y que el silencio que rodea estos casos finalmente se rompa.