Pandi, Cundinamarca, un municipio ubicado a 103 kilómetros de Bogotá, ha comenzado a consolidarse como un punto estratégico para el turismo histórico y ecológico en el suroriente de Cundinamarca.
Durante décadas, este rincón del Sumapaz fue más reconocido por ser un corredor de paso entre el Tolima y Cundinamarca que por su oferta turística. Sin embargo, en los últimos años, Pandi ha comenzado a captar la atención de visitantes que buscan experiencias fuera de lo convencional, motivados por su riqueza natural, cultural e histórica.
Uno de los principales atractivos del municipio es el puente colgante que comunica a Pandi con Icononzo, Tolima. Esta estructura, que une no solo dos departamentos sino dos historias, forma parte de la Ruta Humboldt, un antiguo camino recorrido por Alexander von Humboldt en diciembre de 1801. Este científico alemán, pionero de la geografía física y la ecología, cruzó la zona en su paso por América entre 1799 y 1804, dejando constancia de la biodiversidad y complejidad geográfica de la región.
Hoy, ese mismo camino que en su momento fue testigo del tránsito de exploradores y, más tarde, de episodios violentos entre Chulavitas (conservadores armados) y guerrillas liberales, se reinventa como un corredor turístico. La Ruta Humboldt atrae a viajeros interesados en la historia y en el ecoturismo, quienes buscan conocer cómo estos senderos pasaron de ser rutas de conflicto a espacios de contemplación y aprendizaje.
Más allá del puente, Pandi ofrece una variedad de atractivos naturales que consolidan su vocación turística. Entre ellos destacan el Alto de Miraflores, desde donde se pueden observar amplios paisajes del Sumapaz; las fuentes termales La Azufrada y Las Lajas, ideales para el descanso; y una piscina natural que funciona como balneario en épocas secas.
Pero no solo la naturaleza habla, la historia también tiene voz en las Cuevas Talladas y los Jeroglíficos de ‘El Helechal’, un sitio arqueológico donde se han hallado entierros indígenas, cráneos dolicocéfalos, cerámicas y petroglifos. Esta zona invita a los visitantes a reflexionar sobre las civilizaciones prehispánicas que habitaron el territorio mucho antes de la llegada de Humboldt.
En el casco urbano, la arquitectura religiosa también es parte del recorrido. El antiguo y el nuevo templo parroquial conviven como símbolo del paso del tiempo y de la identidad religiosa del municipio. Además, los Caminos Reales —trazados coloniales que aún sobreviven— permiten conectar las distintas veredas del municipio, generando circuitos para caminantes y ciclistas.