Los nuevos reservorios, con capacidad de hasta 33.000 litros, beneficiarán a comunidades rurales en riego y agricultura. Jerusalén lidera con 61 unidades, seguido por Nariño, Guataquí, San Antonio y otros municipios priorizados.
En una apuesta decidida por la sostenibilidad hídrica y la seguridad alimentaria del campo, la Gobernación de Cundinamarca anunció la construcción de 194 reservorios de agua que beneficiarán directamente a pequeños y medianos productores en distintos municipios del departamento. La inversión, que asciende a $2.500 millones, busca enfrentar con soluciones concretas los desafíos que impone la variabilidad climática en las zonas rurales, especialmente las sequías prolongadas que afectan los ciclos de cultivo.
Cada uno de estos reservorios tiene una capacidad de almacenamiento de hasta 33.000 litros de agua, lo que permitirá a las comunidades campesinas contar con reservas suficientes para el riego de cultivos y el sostenimiento de actividades agrícolas esenciales durante épocas secas. Los municipios priorizados para esta fase del proyecto fueron Jerusalén, con 61 reservorios; Nariño y Guataquí, con 25 cada uno; San Antonio de Tequendama, con 16; y Beltrán, Tocaima, Anapoima y Fúquene, con 13 cada uno.
“Estamos ejecutando soluciones sostenibles que preparan a nuestras comunidades rurales para enfrentar la variabilidad climática con mejores herramientas y más autonomía”, afirmó Marcos Barreto, secretario de Agrocampesinado del departamento. Según explicó el funcionario, la estrategia no solo apunta a la construcción de infraestructura, sino también a mejorar los rendimientos y la calidad de cultivos clave para la economía campesina, como la papa, el cacao y la caña panelera.
La implementación de estos reservorios se complementará con asistencia técnica, capacitación y seguimiento por parte de las UMATA municipales y equipos técnicos del departamento. El objetivo es garantizar que el uso eficiente del agua se traduzca en mejores cosechas, mayor estabilidad económica para las familias rurales y un manejo más racional de los recursos naturales.
Este esfuerzo forma parte de una política más amplia del gobierno departamental para transformar el campo cundinamarqués en un modelo de producción resiliente, sostenible y con alto valor agregado. Con acciones como esta, Cundinamarca reafirma su compromiso con el desarrollo rural y la adaptación al cambio climático desde el territorio.