El 2 de octubre de 1828, hacia las 11:30 de la mañana, un pelotón de fusilamiento, bajo las órdenes de Simón Bolívar, puso fin a la vida del almirante José Prudencio Padilla y del coronel caleño Ramón Guerra.Llegaba así, de manera miserable, el fin de los días del almirante Padilla, el más destacado estratega naval del Caribe, degradado y considerado como conspirador debido a la malquerencia e inquina del general venezolano Mariano Montilla, quien le dijo al oído de Simón Bolívar que era un peligro y lo culpó de los tumultos en Cartagena que tuvieron lugar ese año en el mes de marzo.Sin embargo, eran motivos pasionales los que alimentaban la vendetta del oficial Montilla, quien nunca superó que una bella mulata jamaiquina conocida como ‘Zamba jarocha’, quien fue su amante, sucumbiera a los encantos del esbelto guajiro a quien el sacerdote e historiador Roberto María Tisnés describe como: “de constitución de atleta, usaba patillas, el pelo cortado al rape, bizco, de mirada inteligente, de andar cadencioso, como es costumbre en los hombres de mar, sin otra instrucción que la necesaria para gobernar un barco y valiente hasta la temeridad”.En un desesperado intento por entrevistarse con el prócer venezolano, Padilla es capturado y puesto preso en Bogotá como un delincuente común. Confinado durante cuatro meses y cinco días, finalmente es paseado por la calle Real y llevado a la Plaza de la Constitución, conocida actualmente como Plaza de Bolívar donde aguardaban los verdugos.Hasta último momento el heroico marino buscó hablar con El Libertador, para explicarle las razones de los desórdenes, que a su juicio no buscaban deponerlo, sino alcanzar el fin de la esclavitud. Prueba de ello son dos cartas a José Manuel Restrepo, de fechas desconocidas, en las que suplicó por su vida.Sin embargo, el ruego no fue escuchado (no se sabe si al menos transmitido), por lo que el aciago jueves 2 de octubre de 1828, matarifes al servicio de oscuros intereses lo humillaron y masacraron.El detonante de su ejecución fue la conspiración septembrina, donde paradójicamente tuvo la oportunidad de fugarse y no lo hizo.Cuentan las crónicas que el día de mirar la muerte a los ojos, el almirante no agachó la cabeza en ningún momento y que, por el contrario, marchó altivo con el uniforme de general de división. En su cabeza, seguramente, rondaban los recuerdos de sus gestas en la batalla de Trafalgar de 1805, la Noche de San Juan en la Bahía de Cartagena en 1821 o en combate en el Lago de Maracaibo de 1823.Todo entonces era, quizás, un sordo recuerdo, en medio de la certeza de la muerte crispándole el espinazo.“Apenas atendía a las exhortaciones del religioso que lo acompañaba llevando el crucifijo. En las venas del héroe del Lago de Maracaibo circulaba sangre de aquellos indomables guerreros africanos que no doblegan la cerviz ante ningún infortunio y que provocan a sus enemigos mientras aliente un soplo de vida, aunque se les tenga atados de pies y manos”, escribió Tisnés.“Cuando un sargento le quitó al general Padilla las charreteras de sus hombros, éste exclamó con acento de sarcasmo: ‘Esas no me las dio Bolívar, sino la república’. Después intentó el mismo sargento quitarle la casaca, y como no pudiese porque tenía atados los brazos, el generalPadilla le dijo con rudeza militar: ‘¡Torpe! ¡Afloja las ligaduras, y entonces podrás quitármela!’”, añade el prelado en su documento de 1978.Por otra parte, el historiador Rodolfo Zambrano refiere la forma en que el ‘héroe Caribe’ resistió la andanada de fuego de los verdugos. “Cuentan que el forzudo de Padilla con 6 disparos en su humanidad se resistía a morir, por lo cual un tiro de gracia por el comandante del pelotón de fusilamiento le fue aplicado yacente”, narra el cronista.Luego, los cadáveres de Padilla y de Guerra fueron colgados a manera de escarnio en las horcas de la Plaza de la Constitución, a modo de escarmiento.Tendrían que pasar tres años para que la memoria del almirante Padilla empezara a resarcirse. Sus bienes fueron desembargados por José Hilario López que en 1852 logró abolir la esclavitud. Sin embargo, brilla por su ausencia en los libros de historia de primaria o secundaria y su imagen parece marginada.Como homenaje en altamar, Colombia ha contado con tres fragatas bautizadas “Almirante Padilla”, la más reciente es una FS-500 construida Alemania que surca aguas desde 1983 y repotenciada en 2010.Este año, fue puesta en circulación una moneda conmemorativa a la batalla del Lago de Maracaibo por parte del Banco de la República en honor al almirante Padilla, la cual cuenta con una imagen suya y la frase “Morir o ser libres” así como un buque de velas desplegadas surcando aguas.Finalmente, este lunes 2 de octubre, 195 años después del fusilamiento del ‘héroe Caribe’ el Gobierno Nacional ascendió de manera póstuma a José Prudencio Padilla al grado de gran almirante.
Por: Juan Manuel Gómez