La comunidad, unida por la fe y el deseo de renacer, decidió erigir un nuevo templo, esta vez en piedra labrada, con la esperanza de que su solidez resistiría cualquier embate de la naturaleza.Los bloques de piedra, pesados y difíciles de, movida por su compasión, decidió soltarlo, sin conocer su verdadera naturaleza.Al instante, el burro recobró su forma humana y huyó hacia los desfiladeros que separan Choachí de La Calera, un paisaje donde los precipicios se asoman al abismo y el río Blanco fluye con fuerza. El párroco, consciente del peligro, emprendió una persecución desesperada, decidido a recapturar al ser maligno.El demonio, en su huida, lanzó una advertencia llena de rencor: “No me pondrás a cargar más piedras, y mucho menos para construir la casa de mi mayor enemigo, Dios.”El sacerdote, consciente de la fuerza de la oscuridad a la que se enfrentaba, dejó atrás una cobija roja para que el demonio se cubriera.Desde entonces, los campesinos de la región aseguran haber visto un punto rojo en la distancia, un eco de la furia del demonio que vaga por los precipicios, un recordatorio de que la lucha entre el bien y el mal nunca cesa.
Por: Evelin Salazar