Fotografía: Juan Sebastián Mora
Los conflictos en los territorios no se expresan únicamente con las armas. También habitan en las exclusiones históricas, en las desigualdades estructurales y en el silenciamiento sistemático de comunidades enteras.
Pensar la paz, entonces, implica reconocer estas múltiples dimensiones, sociales, culturales y territoriales, que han sido marcadas por la violencia.
Frente a estas realidades, las comunidades no han sido pasivas, han creado estrategias propias para resignificar el dolor, reconstruir sus vínculos y recuperar la palabra. Herramientas como la educomunicación, el arte y la memoria colectiva permiten acompañar los procesos desde una perspectiva crítica e interdisciplinar, enraizada en el territorio.
La paz exige ser comprendida desde las narrativas, históricamente fueron negadas, las pedagogías populares y las voces que transforman lo cotidiano en resistencia. Acompañar estos procesos, es también una apuesta ética y política, con potencial de impacto local y proyección global.
En ese horizonte, hoy exploramos una experiencia que articula juventud, reincorporación y cine comunitario. Jóvenes que participaron del conflicto armado, encuentran en el audiovisual una forma de narrar sus memorias, sanar heridas y construir nuevos sentidos de vida.
Natalia Morales Herrera, directora del Festival Internacional de Cine de Fusagasugá, y Daniel Triviño Villabón, investigador y gestor de proyectos, compartieron detalles sobre “Jhonson”, un cortometraje fruto de su trabajo colaborativo. Esta producción, realizada por la Fundación para las Artes Rodrigo Morales y el FICFUSA, narra la historia de un joven excombatiente y su tránsito de la guerra a la creación.
Un encuentro marcado por el arte y la memoria
La historia de esta colaboración empieza en 2014, cuando Natalia y Daniel se conocen en la Universidad de Cundinamarca. “Daniel se me acercó con un grupo de jóvenes que querían contar historias de su región. Ví en ellos una intención genuina de narrarse como país”, recuerda Natalia. Desde entonces, surgieron procesos creativos que vincularon el teatro, la investigación social y la creación colectiva.
Una de las primeras obras fue ‘La falda de Emilia’, seguida de ‘Colombia Macheteada’, puesta en escena con testimonios reales sobre el desplazamiento y el conflicto. Estos ejercicios visibilizaron el dolor, promovieron el encuentro entre jóvenes de distintas regiones y reconstruyeron memoria. “Nos entendíamos como país desde el respeto y la diversidad”, afirma Natalia.
De la universidad al territorio
“Trabajar con firmantes de paz es reconocernos como iguales”, explica Daniel. La apuesta no era representar desde fuera, sino construir con ellos. “Ellos pudieron ser nuestros compañeros, nuestros vecinos. El proceso de paz también cruzó nuestras historias de vida”.
El arte, en ese contexto, se convierte en un puente. Un espacio para imaginar nuevos futuros, como lo señala Natalia: “Durante mucho tiempo, este grupo poblacional fue estigmatizado. Pero el cine y el teatro les han permitido soñar, crear, construir”. Para Daniel, esto también conecta con la “imaginación moral” de la que habla el académico Jean Paul Lederach: la capacidad del arte para humanizar las historias y sanar desde la creatividad.
Icononzo, cine y reincorporación
En 2016, tras la firma del acuerdo en el Teatro Colón, la región de Icononzo fue designada como una de las zonas de reincorporación. Allí, en la vereda La Fila del Sumapaz, excombatientes comenzaron su tránsito a la vida civil. Desde ese contexto nace ‘Jonson’, un cortometraje que narra la experiencia íntima de un joven que, luego de estar en la guerra, encuentra en su cuerpo y en el arte una nueva forma de estar en el mundo.
“La historia no es una dramatización de la violencia. Es una búsqueda de sentido, un acto de redención”, explica Daniel. A través del cine, este joven convierte su cuerpo en un símbolo de esperanza y reconciliación.
Cine para sanar y reconstruir
FICFUSA ha sido clave para estas apuestas. Natalia, como su directora, ha llevado el cine a las veredas del Sumapaz, conectando las comunidades con sus propias historias, ha gestionado eventos, itinerancias y colaboraciones con iniciativas como Rumbo a los Macondo o TEDxFusagasugá. “El festival es más que un evento: es una herramienta de transformación social”, afirma.
Jonson es solo un ejemplo de cómo la educomunicación puede ser un vehículo para la paz. Un cine que no solo narra, sino que construye. Una memoria que no solo recuerda, sino que transforma. Y, sobre todo, una juventud que no solo hereda el conflicto, sino que elige contar otras formas de país.