Con su paisaje montañoso, festivales tradicionales y producción frutera, el municipio atrae cada vez más visitantes interesados en naturaleza y cultura.
Con una temperatura promedio de 20 grados centígrados y un paisaje verde rodeado de montañas, Anolaima se ha convertido en uno de los destinos preferidos para quienes buscan turismo rural, descanso y experiencias culturales cerca de la capital. Su historia se remonta a los pueblos indígenas Anolaymas, del grupo Panche, que habitaron la región antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI.
El municipio conserva tradiciones religiosas y culturales que hoy son parte esencial de su identidad. Una de las más reconocidas es el Festival del Corpus Christi y de las Frutas, una celebración declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Cundinamarca, donde las calles se llenan de coloridos arcos elaborados con frutas locales en homenaje a la fe y al trabajo campesino.
Además de su riqueza agrícola, Anolaima impulsa el turismo ecológico y de aventura con rutas como el Camino Real hacia Zipacón, senderos naturales que recorren antiguas vías coloniales y fincas productoras. También ofrece experiencias de agroturismo, donde los visitantes pueden participar en la cosecha de frutas o conocer los procesos de cultivo y transformación de los productos locales.
En los últimos años, jóvenes artistas han promovido proyectos de arte urbano que transforman las calles del municipio en galerías al aire libre. Estas iniciativas, apoyadas por la Casa de la Cultura, buscan fortalecer el sentido de pertenencia y atraer a más visitantes a través del arte y la creatividad.
Con su mezcla de naturaleza, tradición y hospitalidad, Anolaima se consolida como un destino cultural y turístico de Cundinamarca, ideal para quienes desean conectar con el campo, descubrir sabores auténticos y disfrutar de la tranquilidad que ofrece la provincia del Tequendama.








