Entre la noche del 28 y la mañana del 29 de septiembre, Rusia ejecutó un ataque masivo con 595 drones y 48 misiles. En Kiev murieron cuatro personas, entre ellas una menor, mientras que en varias regiones se reportaron al menos 80 heridos.
El Ministerio de Defensa ucraniano calificó la ofensiva como uno de los ataques aéreos más intensos desde el inicio de la invasión. Las defensas afirmaron haber interceptado 568 drones y 43 misiles, pero varios proyectiles impactaron áreas residenciales e infraestructura en Kiev y en regiones como Zaporiyia y Odesa. Fábricas, un centro cardiológico y edificios de vivienda resultaron dañados en la capital.
El saldo en Kiev es de cuatro fallecidos y decenas de heridos; a nivel nacional los heridos superan los 70–80, según balances preliminares de prensa internacional. El presidente Volodímir Zelenski pidió a los aliados cortar los ingresos energéticos de Rusia y acelerar la entrega de sistemas antimisiles, tras advertir que la defensa aérea ucraniana está sobrecargada ante ataques de esta magnitud.
En el plano diplomático y de seguridad, el exmandatario ruso Dmitri Medvédev elevó el tono al alertar del riesgo “real” de una escalada que derive en el uso de armas de destrucción masiva si se produce una guerra abierta con Europa, en un contexto de creciente tensión por incursiones de drones y cierres temporales de aeropuertos en países de la OTAN.
Como parte de la respuesta ucraniana, Zelenski ha señalado el despliegue reciente de un sistema Patriot de origen israelí y la expectativa de dos unidades adicionales en otoño, mientras insiste en reforzar el escudo aéreo conjunto con socios europeos.
El ataque de este fin de semana llega mientras Moscú asegura haber golpeado infraestructura militar, y cuando Kiev intenta mantener la presión para sanciones adicionales y más defensa aérea, de cara a nuevas reuniones internacionales sobre el conflicto.