El brote ha generado alarma en estados vecinos y en la comunidad científica, mientras que algunos sectores políticos han reaccionado con indiferencia.
El Departamento Estatal de Servicios de Salud de Texas (DSHS) reportó un brote de sarampión que afecta principalmente al oeste del estado, con 597 casos confirmados desde finales de enero.
De acuerdo con los datos más recientes, 62 personas han sido hospitalizadas desde el inicio del brote. Se estima que menos del 4 % de los casos actuales son contagiosos, ya que la aparición del sarpullido ocurrió hace menos de una semana.
El sarampión puede transmitirse cuatro días antes y hasta cuatro días después de la aparición del sarpullido. El DSHS ha identificado a los condados de Cochran, Dallam, Dawson, Gaines, Garza, Lynn, Lamar, Lubbock, Terry y Yoakum como zonas con transmisión activa y continua del virus.
El virus ha reaparecido en algunas regiones del país, particularmente en aquellas con bajas tasas de inmunización y con circulación de información errónea sobre las vacunas.
Las autoridades locales trabajan en conjunto con el DSHS para rastrear los casos, ofrecer inmunización gratuita y realizar campañas educativas que fortalezcan la prevención.
Frente a esta situación, el presidente Donald Trump afirmó en declaraciones difundidas por redes sociales: “Hasta ahora, afecta a muy poca gente”, restando importancia al creciente número de infectados y a las muertes confirmadas.
El brote ha encendido las alertas también en estados vecinos como Nuevo México y Oklahoma, donde ya se han detectado casos relacionados con los focos activos en Texas.
Las autoridades de Texas, en coordinación con entidades federales, han intensificado las acciones de vigilancia epidemiológica, campañas de vacunación y actividades informativas. Estas medidas buscan contener el brote, evitar su propagación a otras regiones y promover el reconocimiento temprano de los síntomas para facilitar el acceso oportuno a servicios de salud.