En lo que sería su última aparición pública, el papa Francisco presidió la bendición Urbi et Orbi del Domingo de Resurrección desde el balcón de la Basílica de San Pedro, en Roma.
Visiblemente debilitado y en silla de ruedas, el pontífice de 88 años emitió un mensaje profundamente humanitario centrado en la guerra de Gaza, pidiendo el cese inmediato del fuego, la liberación de los rehenes y asistencia urgente a la población civil.
La lectura principal del mensaje fue delegada al maestro de ceremonias Diego Ravelli, pero Francisco quiso compartir unas breves palabras con los fieles que colmaron la Plaza de San Pedro, pronunciando con voz débil un “Feliz Pascua” que conmovió a miles de asistentes. El texto expresó su cercanía al sufrimiento de los cristianos en Palestina e Israel, y destacó el símbolo de esperanza que representa la celebración conjunta de la Pascua por católicos y ortodoxos este año en Tierra Santa.
Sin mencionar directamente a los responsables de los conflictos, Francisco condenó con firmeza los ataques contra civiles, hospitales y personal humanitario. “Lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con alma y dignidad”, sostuvo. También elevó oraciones por las comunidades cristianas del Líbano, Siria y Yemen, país que definió como víctima de una de las crisis humanitarias más prolongadas del planeta.
En un gesto inesperado, y pese a su estado de salud, el papa recorrió la Plaza de San Pedro en el papamóvil para saludar a los fieles. Fue la última vez que se le vio en público antes de su fallecimiento el 21 de abril, a causa de una crisis respiratoria aguda. Su mensaje final, pronunciado entre la fragilidad física y la firmeza espiritual, quedó como un testimonio de fe, compasión y compromiso por la paz global.