39 años después, este evento sigue marcando el presente de la nación, un suceso que desató un fuego cruzado entre el M-19 y las fuerzas militares del Estado. En medio de la memoria, Diego Arias, excombatiente del M-19 y constructor de paz, reflexiona sobre lo ocurrido y los efectos de aquel día en su vida y en la historia del país.Diego Arias, quien, con el paso del tiempo, y en su momento, ha reconocido lo lamentable de aquella acción. Según cuenta, la toma del Palacio de Justicia no fue solo un ataque armado, sino una respuesta desesperada a lo que el M-19 consideraba un incumplimiento del gobierno en el proceso de paz.”Este hecho, que buscaba desafiar las políticas del entonces presidente Belisario Betancur, sigue generando preguntas”, menciona Arias, recordando el contexto de la guerra fría, los acuerdos rotos y la desconfianza entre las partes.Arias, quien en esos momentos combatía en las filas del M-19, explica que la toma fue el resultado de años de frustración. “Fue una acción violenta, absolutamente irracional”, comenta sin titubeos, a sabiendas de que el costo de la toma fue alto para las víctimas y todo el país. Un error que, según él, ha sido clave en su proceso de reflexión.”Lo vi muy temprano, como un gran error. Esa tragedia dejaría heridas profundas en el alma nacional”, señala. Desde entonces, ha sido parte activa de la construcción de paz en Colombia, trabajando en programas de reintegración y reparación para las víctimas.Al preguntarle por qué se unió al M-19 en su juventud, Arias rememora la ferviente convicción que lo llevó a tomar las armas, “Mi militancia inicia en 1970, en el marco de una insurrección revolucionaria que había en el continente”, explica. Pero esa decisión, tomada en su juventud, hoy la ve con otros ojos.”Si hoy tuviera la opción de tomar la misma decisión, por supuesto que no lo haría”, confiesa. Y es que, para él, la violencia nunca fue la solución, pero sí una opción alimentada por un contexto político que exigía un cambio urgente.Diego Arias también reconoce la responsabilidad del Estado y la Fuerza Pública en lo sucedido, “El Ejército, bajo las órdenes del presidente Betancur, actuó de manera desproporcionada, lo que generó una masacre aún mayor”, afirma, sin justificar o afirmar que la toma era la mejor opción de mostrar inconformidad ante el gobierno de ese momento.Hoy, a 39 años del Holocausto del Palacio de Justicia, la reflexión sigue siendo esencial para la reconciliación del país. “Sobre la base de un esclarecimiento total y el asumir las responsabilidades, debemos estar dispuestos a avanzar a la reconciliación”, sostiene Arias, llamando a un proceso donde las víctimas, tanto del M-19 como de la Fuerza Pública, encuentren justicia de manera equitativa. Así, el país aún sigue buscando respuestas, entre la memoria de las víctimas y la necesidad de sanar las heridas del pasado.
Por: Melisa Munárriz