La deslumbrante edificación fue declarada Monumento Nacional y Patrimonio Histórico y Artístico de Colombia en 1990.
Uno de los destinos turísticos más importantes de Cundinamarca lo constituye Girardot, maravillosa y pujante población conocida como “La Ciudad de las Acacias” con un sinnúmero de atractivos para los visitantes. Uno de ellos es la Plaza de mercado, que no solo deslumbra por su diseño, sino además por una rica historia que tiene por protagonista a un alemán con linaje judío que huyó de los horrores del nazismo y encontró cobijo en nuestro país.
El arquitecto Leopold Siegfried Rother Cuhn nació en 1894 en Breslau, actualmente Polonia, pero en su momento parte de Alemania. Cursó estudios en la Universidad de Karlsruhe, pero debió interrumpir la carrera para pelear en la Primera Guerra Mundial. Finalmente, en 1920 logra su título y tiene una próspera trayectoria diseñando varias edificaciones y sedes gubernamentales. Sin embargo, la historia cambió con el ascenso de Adolf Hitler y el partido nazi en el país germano.
En 1933, Leopold Rother es destituido por sus raíces judías. Con su esposa y dos hijos decide migrar a Colombia y se vincula, en 1935, con el gobierno de Alfonso López Pumarejo en la Dirección de Edificios Nacionales.
A lo largo de su trabajo en Colombia, Rother diseñó varios edificios públicos con influencia modernista. En total, diseñó 31 proyectos para la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Bogotá, de los cuales se llevaron a cabo 17.
Sin embargo, sería en 1948 cuando logra ver en pie una de sus más vistosas y ambiciosas obras: la Plaza de Mercado de Girardot, portentosa edificación que en 1990 fue declarada Monumento Nacional y Patrimonio Histórico y Artístico de Colombia. La construcción es considerada por los críticos como “extraordinaria”.
“La Plaza de Mercado de Girardot (1946-1948), de Leopoldo Rother, [es] un proyecto extraordinario, moderno como ninguno, eficiente y funcional. El edificio está ubicado cerca del río Magdalena y consiste en una estructura de concreto, ligera y recursiva; no tiene muros de cierre y así aprovecha las brisas y logra una frescura que sorprende al entrar al edificio, después del sofocante calor del exterior. Su planta es un cuadrado con cuatro grandes escaleras en cada uno de los vértices, que ascienden al segundo nivel; éste presenta vacíos hacia el piso principal, lo que integra los espacios y los airea e ilumina”, en palabras del experto Carlos Niño Murcia.
La visión de Leopoldo Rother permitió la creación de una edificación no solo atractiva, sino innovadora, acorde con las necesidades del público y teniendo en cuenta las condiciones ambientales. Se trata de una verdadera joya que se puede visitar, contemplar y visitar de manera gratuita en Girardot.