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17 sept. 2024

Los Encantos: ‘El Toro de Oro’, la venganza oculta de los Muiscas

Cuando los conquistadores españoles llegaron a las tierras muiscas, encontraron a un pueblo sabio, descendiente de la familia Chibcha, que poseía asombrosos conocimientos. Sin embargo, los ojos de los invasores solo veían el brillo del oro que adornaba este territorio.

 Los Encantos: ‘El Toro de Oro’, la venganza oculta de los Muiscas
Foto: La Inventora

Movidos por la codicia, los españoles sometieron a los muiscas con brutalidad, robando y devastando todo a su paso. Pero lo que no sabían es que el oro no era lo único que los indígenas sabían proteger.

Los muiscas, decididos a salvaguardar su legado, recurrieron a sus poderes ancestrales. En un acto desesperado, muchos se enterraron vivos en las profundidades de lagunas y ríos, llevándose consigo sus riquezas y un rencor que atravesó los siglos.

Desde entonces, sus espíritus permanecen vigilantes, listos para desatar su venganza desde las entrañas de la tierra.

Los pobladores de Pacho cuentan que esos espíritus desatan su ira en forma de desastres naturales. Un día, el cielo se oscurece sin aviso, el río crece con furia, las montañas se estremecen y una avalancha arrasa con todo a su paso.

Es entonces cuando, en medio del caos, aparece una misteriosa lancha cargada con una enorme figura de oro macizo. ‘El Toro Dorado’, que brilla con una luz sobrenatural, flota en el aire, incitando a los valientes —o insensatos— a capturar su riqueza.

Los antiguos sabios decían que para someter este poder, se debían lanzar al paso de la lancha objetos bendecidos: un rejo, agua bendita, un escapulario y sal consagrada. Quien lograra hacerlo, se volvería inmensamente rico. Sin embargo, quienes se han atrevido a intentarlo han sido testigos del terror insondable de la tierra. Porque aquellos que una vez se sumergieron en los ríos con su oro no descansarán hasta que su venganza se complete.

Hoy, los ecos de esas leyendas todavía resuenan entre las montañas de Pacho, recordando que el rencor de los muiscas sigue vivo, y la tierra, implacable, sigue reclamando lo que una vez fue suyo.

 



Por: Evelin Salazar

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